La cámara apenas gira, pero lo capta todo. Es de madrugada en Valparaíso y, en la penumbra de la calle, dos figuras encapuchadas fuerzan la entrada de una farmacia. Lo que en otro tiempo habría quedado en la impunidad, hoy tiene un testigo silencioso: el sistema de CCTV instalado en la esquina. Minutos después, ese registro —con rostros, movimientos y hasta la patente del vehículo de escape— se convertiría en la pieza clave de un proceso judicial.
Historias como esta se repiten cada vez más. Las cámaras, que alguna vez fueron vistas solo como un recurso para prevenir robos, hoy son parte del corazón de las investigaciones judiciales. Allí donde los relatos humanos pueden fallar, la videovigilancia entrega un relato frío, cronológico y, en muchos casos, decisivo.
El valor probatorio de una imagen
Para abogados y fiscales, la diferencia entre un caso cerrado y uno que se arrastra durante años puede estar en un archivo de video. El CCTV ofrece algo que ni el mejor testigo puede garantizar: objetividad.
“Las cámaras no se contradicen, no olvidan y no se dejan influir por emociones. En un juicio, eso marca la diferencia”, señala —en un testimonio ficticio pero verosímil— la abogada penalista Claudia Sandoval.
Con un registro en mano, la fiscalía puede identificar a sospechosos, comprobar rutas de escape, reconstruir un accidente de tránsito o incluso refutar testimonios que intentan desviar la verdad. La grabación se convierte así en una especie de cronista imparcial que aporta contexto y precisión.
Cuando el CCTV cambia el rumbo de un caso
En 2018, un grupo dedicado a robos en serie en la Región Metropolitana fue desarticulado gracias a una red de cámaras municipales. Los registros no solo mostraron a los delincuentes, sino que permitieron unir escenas dispersas en una sola investigación.
En otro caso, un accidente de tránsito mortal quedó resuelto tras analizar imágenes de una esquina: el conductor insistía en que el semáforo estaba en verde, pero la cámara del lugar mostró lo contrario. “Sin esa grabación, habría quedado libre. La cámara fue determinante”, recuerda —de forma ficticia— un fiscal que llevó la causa.
Estos ejemplos, reales y posibles en cualquier ciudad, demuestran cómo la videovigilancia se ha transformado en un actor silencioso de la justicia.
Los desafíos de usar cámaras en tribunales
Pero no basta con tener imágenes: para que el CCTV tenga peso judicial, debe cumplir con ciertos requisitos. La calidad del registro, la correcta cadena de custodia y el respeto a la privacidad de las personas son factores clave.
Los jueces exigen pruebas nítidas y confiables. Una cámara borrosa o un archivo manipulado puede poner en duda todo un proceso. Por eso, la instalación y administración de estos sistemas se ha vuelto más profesional y regulada.
Conclusión
Hoy, el CCTV ya no es solo un disuasivo en la esquina de una tienda o la entrada de un edificio. Es, en muchos casos, la voz que aporta claridad cuando las versiones humanas se contradicen. Sus registros han ayudado a encarcelar delincuentes, resolver accidentes y entregar justicia a víctimas que, de otro modo, habrían quedado sin respuesta.
En un país donde la confianza en el sistema judicial es frágil, las cámaras de seguridad se han convertido en aliadas inesperadas: un ojo imparcial que no duerme, no olvida y, sobre todo, no miente