Son las 9 de la mañana y en el acceso principal de un tribunal de justicia en Santiago, la fila de personas que esperan entrar es larga: abogados con carpetas, ciudadanos convocados a declarar, familiares de imputados e incluso periodistas en busca de información. Entre ellos, una figura destaca con discreción pero con autoridad: los guardias de seguridad, responsables de mantener el orden en uno de los espacios más delicados de la vida pública.
Una primera línea de confianza
Para la mayoría de las personas, el tribunal es un lugar intimidante. Las tensiones son inevitables: procesos judiciales, víctimas, acusados y emociones encontradas se cruzan en un mismo espacio. En este escenario, los guardias cumplen una función esencial: ofrecer un primer filtro de seguridad que transmite confianza y reduce riesgos.
No se trata solo de revisar bolsos o pedir identificaciones. Su misión es garantizar que cada persona que ingrese lo haga bajo un marco de respeto y control, evitando que un conflicto externo se traslade al interior de la sala.
“Un tribunal concentra emociones fuertes, y el rol del guardia es anticiparse para que esas emociones no se transformen en hechos de violencia”, explica ficticiamente Carlos Méndez, supervisor de seguridad en un recinto judicial de Valparaíso.
Más que vigilancia: gestión de riesgos en vivo
Los guardias de seguridad en tribunales enfrentan desafíos particulares que los diferencian de otros entornos:
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Control de accesos estrictos: detectores de metales, revisión de pertenencias y validación de identidad.
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Prevención de altercados: mantener la calma en situaciones de tensión entre imputados, víctimas o familiares.
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Apoyo logístico a jueces y funcionarios: desde el resguardo de áreas restringidas hasta la coordinación en traslados internos.
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Reacción en emergencias: actuar con rapidez frente a incendios, sismos o evacuaciones masivas.
En muchas ocasiones, los guardias deben ser mediadores invisibles, interviniendo con firmeza pero también con humanidad.
Capacitación especializada para guardias de seguridad
El trabajo en tribunales exige una preparación distinta. Además de la formación en protocolos de seguridad, los guardias reciben entrenamiento en manejo de multitudes, resolución de conflictos y hasta nociones de derecho básico para entender la dinámica del entorno judicial.
Un funcionario ficticio del Poder Judicial lo resume: “El guardia debe conocer la importancia de la cadena de custodia y los protocolos legales, porque un error puede afectar un proceso judicial completo”.
Historias desde los pasillos de justicia
Un caso ilustrativo ocurrió en 2021, cuando en un tribunal de Santiago un altercado entre familiares de una víctima y del imputado estuvo a punto de escalar en violencia. La rápida intervención de los guardias evitó que la situación pasara a mayores y permitió que la audiencia siguiera su curso sin interrupciones.
En otra ocasión, un guardia asistió a un testigo que sufrió una crisis de pánico antes de declarar. Su contención emocional fue clave para que la persona pudiera dar testimonio minutos después.
Conclusión: guardianes de la justicia cotidiana
Los tribunales y recintos judiciales no podrían funcionar con normalidad sin la presencia de los guardias de seguridad. Son mucho más que vigilantes: son protectores de la institucionalidad, mediadores en contextos de alta tensión y garantes de que la justicia pueda ejercerse sin interrupciones.
En cada ingreso controlado, en cada conflicto desactivado y en cada gesto de apoyo a quienes viven momentos difíciles, los guardias contribuyen a que la justicia no solo sea imparcial, sino también segura. Porque detrás de cada fallo judicial, siempre hay un entorno protegido por su labor silenciosa.