En medio de la incertidumbre que atraviesan muchas comunas chilenas —desde las más vulnerables hasta las de mayor nivel socioeconómico—, la sensación de inseguridad se ha convertido en un tema cotidiano. Pero lejos de limitarse al miedo o la denuncia, están surgiendo nuevas formas de respuesta colectiva. Cada vez más empresas de seguridad están colaborando con juntas de vecinos, municipalidades y comités locales para desarrollar un modelo de patrullaje más humano, participativo y preventivo: la seguridad comunitaria.

Este cambio de paradigma no solo busca proteger bienes materiales, sino también reconstruir la confianza entre ciudadanos, instituciones y actores privados.
1. Un país que pide sentirse acompañado
Chile atraviesa una etapa compleja en materia de seguridad. Según la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC 2023), el 86% de los chilenos declara sentirse inseguro al caminar de noche en su propio barrio. Esta percepción no distingue clase social: se repite tanto en La Pintana como en Las Condes.
Ante este escenario, las empresas de seguridad han comenzado a adoptar un enfoque más cercano y territorial. Ya no se trata solo de vigilar desde un perímetro o un centro de monitoreo, sino de ser parte activa de la comunidad: escuchar a los vecinos, conocer sus rutinas y coordinar respuestas con los municipios y las policías locales.
El modelo se basa en la idea de que la prevención no depende exclusivamente del Estado, sino también de la colaboración cívica y de una vigilancia moderna, empática y profesional.
2. El nacimiento de la seguridad comunitaria moderna
En comunas como Lo Barnechea, Vitacura, La Reina o Colina, ya existen programas de seguridad vecinal en los que los guardias privados patrullan junto a equipos municipales y representantes de las juntas de vecinos.

Estos patrullajes mixtos combinan tres elementos fundamentales:
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Presencia preventiva en puntos críticos del barrio.
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Comunicación directa con vecinos mediante aplicaciones o radios comunitarias.
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Coordinación táctica con Carabineros o Seguridad Municipal.
El resultado ha sido una disminución de hasta 25% en los delitos de oportunidad, según reportes del Observatorio de Seguridad de la Subsecretaría de Prevención del Delito (2024).
Una vecina del sector norte de La Reina, María Teresa Contreras, lo resume así:
“Antes los guardias eran figuras lejanas. Ahora los conocemos por nombre, sabemos quién está en cada turno y eso nos da tranquilidad. No solo vigilan, también nos cuidan.”
3. Empresas de seguridad como actores sociales
Este nuevo modelo ha cambiado la percepción sobre las empresas de seguridad. De ser vistas como prestadoras de un servicio técnico, han pasado a ser socios estratégicos en la gestión comunitaria del riesgo.

Muchas compañías ya incluyen en sus contratos cláusulas de colaboración vecinal: reportes directos al comité, participación en reuniones de seguridad y entrega de alertas personalizadas a través de aplicaciones móviles.
El blog pilar El papel de la seguridad privada en Chile: protección ciudadana y nuevos desafíos plantea precisamente esta evolución: la seguridad privada como extensión del tejido social, un espacio donde la tecnología se combina con la empatía para fortalecer la convivencia ciudadana.
En ese sentido, los guardias ya no solo representan a su empresa, sino también al barrio al que sirven.
4. Tecnología y cercanía: una dupla eficiente
La modernización de la seguridad comunitaria se ha apoyado en herramientas tecnológicas que facilitan la colaboración.
Los sistemas de rondas electrónicas, por ejemplo, permiten que los vecinos y los administradores de condominios visualicen en tiempo real las rutas de los guardias, los horarios y los incidentes registrados.
Este modelo, abordado en Servicio de guardias de seguridad con rondas electrónicas, ha demostrado ser una herramienta eficaz para mejorar la trazabilidad y transparencia de los servicios.
Además, muchas comunas están integrando sistemas de mensajería instantánea y aplicaciones con botones de alerta que conectan directamente con los equipos en terreno.
De esta manera, el vecino ya no es un espectador pasivo, sino un colaborador activo de la seguridad.
5. Casos que muestran el cambio
5.1. Ñuñoa: tecnología y colaboración
En 2023, la Municipalidad de Ñuñoa implementó un convenio con una empresa de seguridad privada para reforzar la vigilancia en sectores residenciales con alta tasa de robos.
El programa incluyó patrullas mixtas, cámaras móviles y un canal directo entre los vecinos y la central de monitoreo.
Resultado: los delitos bajaron un 18% en seis meses, según datos de la propia municipalidad.
5.2. Colina: seguridad rural conectada
En sectores rurales de Colina, los vecinos se organizaron con apoyo de una empresa privada para crear rondas conjuntas que cubren caminos y parcelas.
Mediante radios comunitarias y un sistema de geolocalización, los guardias pueden responder rápidamente a emergencias.
“Antes estábamos solos. Ahora sabemos que, si pasa algo, alguien escucha y viene”, comenta Cristián Araya, agricultor del sector.
Estos casos muestran que la seguridad es más efectiva cuando se construye de abajo hacia arriba, con participación ciudadana y soporte profesional.
6. Formación y empatía: el nuevo perfil del guardia comunitario
El trabajo de seguridad comunitaria exige un perfil distinto al tradicional.
Más que fuerza o autoridad, se requiere empatía, comunicación y criterio social.

Por eso, muchas empresas están incluyendo en su capacitación módulos sobre:
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Atención a vecinos y resolución de conflictos.
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Comunicación asertiva y primeros auxilios psicológicos.
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Manejo de crisis y trabajo con adultos mayores.
En palabras de Daniela Orellana, supervisora de una firma con presencia en tres regiones:
“El guardia comunitario no solo observa. Escucha, orienta y se gana la confianza. Esa es la verdadera prevención.”
Este enfoque ha demostrado que la seguridad no siempre requiere más control, sino mejor conexión humana.
7. Desafíos y oportunidades del patrullaje colaborativo
A pesar de los avances, aún existen desafíos importantes:
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Falta de protocolos formales entre municipios y empresas privadas.
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Escasa fiscalización sobre las condiciones laborales de los guardias comunitarios.
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Necesidad de homologar estándares técnicos y éticos.
La buena noticia es que la Subsecretaría de Prevención del Delito ya evalúa un marco regulatorio para programas mixtos, que permita fortalecer la cooperación público-privada bajo criterios de transparencia y profesionalismo.
En el mediano plazo, se espera que los patrullajes comunitarios sean reconocidos como parte del sistema nacional de prevención del delito, con financiamiento compartido entre vecinos, municipios y el sector privado.
8. La percepción de seguridad: un cambio cultural

Más allá de las cifras, lo que cambia con este modelo es la sensación de seguridad.
Cuando los vecinos participan, se organizan y ven resultados tangibles, la ansiedad disminuye.
Un estudio de Fundación Paz Ciudadana (2024) reveló que los barrios con patrullajes comunitarios activos registran un aumento del 32% en la percepción de seguridad positiva entre sus residentes.
La confianza vecinal se convierte, entonces, en la primera línea de defensa contra el miedo.
Y en ese proceso, las empresas de seguridad se transforman en mediadoras del bienestar colectivo.
9. Un modelo que conecta ciudad y campo
Si bien la seguridad comunitaria ha florecido en zonas urbanas, también está encontrando espacio en comunas rurales y semiurbanas, donde la presencia policial es limitada.
En regiones como Maule, Ñuble y La Araucanía, las rondas comunitarias combinan vehículos privados, apoyo de bomberos locales y guardias acreditados.
La idea es simple: no reemplazar al Estado, sino complementarlo.
En palabras del alcalde de Río Claro, Juan Sepúlveda:
“Cuando la comunidad y las empresas se coordinan, el miedo se convierte en acción. Nadie conoce mejor un barrio que sus propios vecinos.”
10. Conclusión: la seguridad que nace del encuentro

Las empresas de seguridad están viviendo una segunda transformación.
Ya no son solo proveedores, sino constructores de confianza.
Su rol, lejos de ser militarizado o distante, se basa ahora en la escucha, la prevención y el vínculo.
El patrullaje comunitario demuestra que la seguridad no se impone: se construye con otros.
En cada conversación, en cada patrulla compartida y en cada alarma activada colectivamente, se fortalece algo más profundo que el control: el sentido de comunidad.
Federal Seguridad impulsa este modelo con un enfoque territorial, ético y colaborativo, acompañando a municipios, comunidades y empresas que entienden que vivir seguros empieza por vivir conectados.