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En una sala silenciosa en el centro de Santiago, tres operadores observan un muro de pantallas que muestran distintos puntos de la ciudad. Cada cámara registra el ir y venir de peatones, autos y comerciantes. Pero los ojos humanos ya no están solos. Detrás de esas imágenes hay sistemas que detectan movimientos anómalos, rostros conocidos y patrones de comportamiento.
La inteligencia artificial no reemplaza al guardia: lo potencia.

Así se vive hoy la evolución de la seguridad privada en Chile, un sector que pasó del rondín y la bitácora en papel a los centros de monitoreo con analítica avanzada. Pero con ese salto tecnológico, también surge una nueva pregunta: ¿cómo mantener la ética, la empatía y la humanidad en un entorno donde las máquinas toman decisiones?

1. El salto digital de la seguridad privada chilena

Hasta hace pocos años, el concepto de seguridad privada se asociaba a presencia física: el guardia en la entrada, el supervisor en la ronda, la cámara que grababa sin análisis posterior. Hoy, el escenario es completamente distinto.
Empresas, condominios y organismos públicos han comenzado a incorporar plataformas inteligentes, sensores de movimiento, análisis de video y sistemas predictivos que permiten anticiparse a un incidente antes de que ocurra.

Según datos del Ministerio del Interior (Informe de Seguridad Privada 2024), el 62% de las empresas del rubro ya utilizan algún tipo de software de monitoreo automatizado o herramientas de inteligencia artificial. Y la tendencia sigue en aumento: se espera que para 2026 esa cifra supere el 80%.

La seguridad privada está dejando de ser solo reactiva. Hoy se basa en información, trazabilidad y prevención predictiva”, explica Marcelo Labbé, gerente de tecnología de una firma especializada en monitoreo remoto.
“Las cámaras ya no solo observan: interpretan. Los sensores ya no solo alertan: aprenden.”

Sin embargo, la evolución tecnológica trae consigo un desafío ético profundo: cómo garantizar que la tecnología sirva a las personas y no al revés.

2. De la vigilancia masiva a la vigilancia inteligente

El avance de la analítica de video permitió pasar de una vigilancia “ciega” a una vigilancia contextual.
Antes, una cámara grababa miles de horas que solo se revisaban después de un incidente.
Hoy, los algoritmos detectan patrones anómalos:

  • Movimiento fuera de horario.

  • Permanencia sospechosa en un punto.

  • Acceso forzado a zonas restringidas.

  • Objetos abandonados en áreas sensibles.

La seguridad privada en Chile está aplicando estas herramientas en centros comerciales, condominios, plantas industriales y hospitales, con el fin de reaccionar en segundos, no en horas.

Pero lo más importante no está en la detección, sino en la decisión.
Un sistema puede marcar una alerta, pero solo un humano puede interpretar el contexto: saber si un “intruso” es realmente una amenaza o simplemente un residente distraído.

“Por eso la tecnología no sustituye al criterio humano”, enfatiza Carolina Pinto, supervisora de monitoreo en una empresa de vigilancia con base en Ñuñoa.
“Nosotros vemos lo que el algoritmo no entiende: la intención detrás del gesto, la emoción en el rostro.”

Este equilibrio entre máquina y persona es el corazón del futuro de la vigilancia ética.

3. Inteligencia artificial con rostro humano

La inteligencia artificial aplicada a la seguridad se ha convertido en una aliada clave. Desde el reconocimiento facial hasta los modelos de comportamiento predictivo, las herramientas avanzadas ayudan a anticipar riesgos y gestionar grandes volúmenes de información.
Sin embargo, como advierten los expertos, el uso de IA debe tener límites.

“Hay una línea muy delgada entre seguridad y vigilancia excesiva”, comenta Ignacio Fuenzalida, abogado especializado en derecho tecnológico.
“Si no hay una política de tratamiento de datos y un control ético, se puede vulnerar la privacidad de las personas sin siquiera darse cuenta.”

Por eso, las empresas líderes en el rubro, como Federal Seguridad, han desarrollado protocolos que integran tecnología avanzada y ética operativa.
Tal como se destaca en el blog El papel de la seguridad privada en Chile: protección ciudadana y nuevos desafíos, el futuro de la industria no depende solo de la innovación, sino de la legitimidad social con que se usa.

“Los guardias deben saber cuándo observar y cuándo respetar el espacio personal del otro”, agrega Fuenzalida.
“Y eso no lo enseña una cámara: se enseña con ética y formación.”

4. Los nuevos perfiles del personal de seguridad

La transformación tecnológica también ha redefinido los roles dentro de las empresas de seguridad.
Hoy, un operador no solo debe saber cómo reaccionar ante una emergencia, sino también leer un dashboard, entender alertas automáticas y comunicar decisiones con precisión.

En Chile, el 70% de las empresas del sector ha incorporado capacitaciones tecnológicas OS10 extendidas, que incluyen uso de plataformas digitales, protocolos de ciberseguridad y manejo de evidencia digital (fuente: Superintendencia de Seguridad Privada, 2024).

“Antes el mejor guardia era el más fuerte. Hoy es el más preparado”, dice Verónica Campos, instructora OS10 y asesora de formación para personal de terreno.
“Debe entender tecnología, lenguaje digital, ética y comunicación. Es un perfil 360.”

En los centros de monitoreo más modernos, los guardias se parecen más a analistas de datos que a vigilantes tradicionales.
Y eso no significa deshumanización, sino profesionalización.

5. Ética y privacidad: los límites de la observación

Chile ha avanzado en regulación, pero la frontera entre seguridad y privacidad sigue siendo difusa.
El uso de cámaras en espacios públicos o privados debe regirse por principios de legalidad, proporcionalidad y finalidad legítima.
En otras palabras: grabar solo lo necesario, y siempre con un propósito claro.

La Ley N° 19.628 sobre Protección de la Vida Privada, junto con las nuevas disposiciones de la Agencia de Protección de Datos Personales, establece que las imágenes deben usarse exclusivamente para fines de seguridad, con custodia segura y acceso restringido.

“Cuando las cámaras se usan para vigilar a empleados o controlar productividad, se cruza una línea peligrosa”, advierte el sociólogo Daniel Leiva, investigador del Centro de Estudios de Seguridad Ciudadana de la Universidad de Chile.
“La seguridad no puede ser excusa para vulnerar la dignidad.”

Por eso, los líderes del rubro insisten en que el futuro pasa por la vigilancia ética, donde el objetivo no sea mirar más, sino mirar mejor.

6. Tecnología predictiva: anticipar para proteger

Uno de los avances más prometedores en la seguridad privada es la integración de modelos predictivos que permiten detectar posibles riesgos antes de que se materialicen.
A partir del análisis de datos históricos, clima, horarios y patrones de movimiento, los sistemas pueden generar alertas tempranas.

Por ejemplo:

  • En zonas industriales, las cámaras detectan acumulación inusual de personas en áreas restringidas.

  • En condominios residenciales, el sistema advierte cuando un vehículo circula repetidamente por un sector a la misma hora durante varios días.

Estas señales no implican culpabilidad, pero permiten reforzar patrullajes y aumentar la disuasión.
“El objetivo no es perseguir, sino anticipar”, explica Jorge Sanhueza, analista de seguridad de una minera en Antofagasta.
“Una buena predicción puede evitar pérdidas, accidentes y, sobre todo, miedo.”

El futuro del rubro apunta hacia un modelo proactivo y analítico, donde la tecnología sea una extensión de la observación humana, no su reemplazo.

7. Testimonios desde el terreno: entre pantallas y humanidad

A diferencia de la imagen fría que algunos asocian con la vigilancia tecnológica, los operadores viven su trabajo con fuerte sentido humano.
Patricia Reyes, operadora en un edificio corporativo de Providencia, lo resume así:

“Cuando un sensor marca un movimiento a las tres de la mañana, lo primero que pienso no es en el protocolo, sino en la persona: ¿estará bien?, ¿será un residente?, ¿un intruso? Ahí entra el criterio.”

En otra esquina de Santiago, Héctor Muñoz, encargado de monitoreo en una planta de distribución, asegura que la clave está en combinar disciplina y empatía:

“Tenemos algoritmos que detectan ruidos y movimientos. Pero un algoritmo no puede distinguir el miedo. Nosotros sí.”

Estos testimonios reflejan la esencia del cambio: más tecnología no significa menos humanidad, siempre que las herramientas estén al servicio del discernimiento humano.

8. Capacitación constante: el ADN de la seguridad tecnológica

El cambio digital no se logra solo con inversión, sino con formación.
Las empresas líderes destinan hasta el 12% de su presupuesto anual a capacitación en herramientas digitales, atención al usuario y derechos humanos.
(Fuente: Asociación Gremial de Empresas de Seguridad Privada de Chile, 2024).

La formación permanente se traduce en equipos más confiables y en una menor tasa de error en la toma de decisiones.
Además, mejora la relación entre operadores, supervisores y clientes, creando una cadena de confianza operativa.

“La tecnología cambia cada seis meses, así que el aprendizaje nunca termina”, dice Felipe Rivas, técnico especialista en mantenimiento de sensores.
“Pero lo más importante sigue siendo el juicio humano. Saber cuándo desconfiar del sistema y confiar en tu experiencia.”

9. La nueva confianza del cliente: seguridad con rostro humano

En el mundo corporativo, la relación entre cliente y proveedor de seguridad está cambiando.
Ya no se valora solo la cobertura o la cantidad de guardias, sino la capacidad de respuesta y transparencia digital.

Las empresas buscan partners que entreguen informes en tiempo real, evidencias auditables y atención ética al público.
“La confianza se gana con datos, pero se mantiene con humanidad”, afirma Rodrigo Henríquez, gerente de una cadena de retail.
“Queremos seguridad moderna, pero también empática.”

Esa combinación —tecnología avanzada y presencia humana— es la que define el concepto de vigilancia ética, un paradigma donde los sistemas son inteligentes, pero las decisiones siguen siendo morales.

Conclusión: un futuro con algoritmos y empatía

El avance de la seguridad privada en Chile marca el inicio de una nueva era: una vigilancia que no solo observa, sino que comprende.
Las cámaras, sensores e inteligencias artificiales son herramientas poderosas, pero su valor real aparece cuando trabajan junto al criterio y la sensibilidad de las personas que las operan.

Como plantea el blog El papel de la seguridad privada en Chile: protección ciudadana y nuevos desafíos, el desafío del futuro será mantener la ética, la legitimidad y el componente humano en un entorno cada vez más digitalizado.

La tecnología puede ver, pero solo las personas pueden entender.
Y en esa diferencia se juega el verdadero futuro de la seguridad.

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