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Cuando llega la medianoche, Carolina Aravena inicia su ronda en un edificio corporativo del centro de Santiago. Camina con paso firme, revisa las cámaras, anota observaciones en el sistema digital y coordina con su supervisor remoto.
Carolina tiene 34 años y lleva seis trabajando en seguridad privada. “Al principio nadie me creía capaz de manejar turnos nocturnos o controlar accesos con grupos grandes. Pero con el tiempo demostré que la seguridad también puede tener rostro de mujer”, cuenta.

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Su historia refleja una transformación silenciosa pero profunda que está cambiando la cara del sector.
En un rubro históricamente dominado por hombres, las mujeres están conquistando terreno: desde labores operativas hasta cargos de supervisión y dirección.
Ya no son la excepción, sino parte esencial de un cambio cultural que impulsa profesionalización, diversidad y nuevas formas de liderazgo.

1. De barreras a oportunidades: el cambio estructural del rubro

Hasta hace dos décadas, la presencia femenina en seguridad privada era mínima. Las tareas se asociaban con fuerza física, horarios extensos y entornos de riesgo, factores que marginaban a muchas trabajadoras.
Sin embargo, los datos más recientes muestran un cambio sostenido.

Según la Dirección del Trabajo (2023), el 18,7% del personal acreditado bajo la norma OS10 corresponde hoy a mujeres, frente al 7% registrado en 2010.
Si bien la cifra sigue siendo baja, el crecimiento demuestra una tendencia irreversible hacia la inclusión y la equidad.

“El sector entendió que la seguridad no depende de la fuerza, sino del criterio, la empatía y la formación”, explica Marcela Cifuentes, jefa de capacitación de una empresa con presencia nacional.
“Las mujeres aportan otra mirada: más comunicativa, más observadora y menos confrontacional, lo que mejora la convivencia en espacios laborales y residenciales”.

2. Formación y acreditación: mujeres que rompen estigmas

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El punto de partida para ejercer en seguridad privada en Chile es la certificación OS10, otorgada por Carabineros de Chile.
El curso incluye materias como normativa, prevención de delitos, atención al público y protocolos de emergencia.
Pero las empresas más avanzadas han ido más allá, incorporando módulos específicos de enfoque de género, gestión emocional y resolución pacífica de conflictos.

Según el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género (2024), los programas de formación con perspectiva de género han incrementado en un 42% la retención de trabajadoras en rubros tradicionalmente masculinos, incluyendo la seguridad.

“En mi curso OS10 éramos solo tres mujeres entre veinte hombres. Al principio nos miraban con desconfianza, pero al final muchos se daban cuenta de que resolvíamos mejor las situaciones tensas”, relata Alejandra Godoy, guardia en un centro comercial de Ñuñoa.

Su experiencia resume el cambio cultural que vive el sector: la capacitación ya no solo enseña a reaccionar, sino a comprender contextos humanos, una competencia donde las mujeres destacan.

3. Historias desde el terreno: vocación, respeto y liderazgo

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En un estacionamiento subterráneo de Las Condes, Patricia López, supervisora de turno, coordina a su equipo mediante radio y monitoreo digital.
Comenzó como guardia en 2012, y hoy lidera un grupo de diez personas. “No fue fácil. Algunos compañeros no aceptaban órdenes de una mujer, pero con resultados y respeto, todo se gana”, cuenta.

Patricia simboliza una nueva generación de liderazgos femeninos que se abre camino en empresas de seguridad.
Su estilo de conducción se basa en la comunicación empática, la mediación de conflictos y la formación continua.
“Mi rol no es solo vigilar, es enseñar. Cada guardia nuevo debe entender que la seguridad se basa en confianza y trato digno”.

En regiones, el cambio también avanza.
En Antofagasta, Paola Herrera, jefa de operaciones de una firma que presta servicios a la minería, relata que hoy un 25% de su dotación son mujeres.
“Las mineras nos pedían presencia femenina porque mejora la percepción de seguridad en zonas de campamento. Además, las trabajadoras son más rigurosas con los protocolos”, afirma.

4. Seguridad privada y corresponsabilidad laboral

Uno de los desafíos para el crecimiento femenino en el sector sigue siendo la compatibilidad entre los horarios de turno y la vida familiar.
A diferencia de otros rubros, los servicios de vigilancia funcionan las 24 horas, lo que implica rotaciones, nocturnidad y fines de semana.

Para enfrentar esa realidad, varias empresas han comenzado a implementar modelos de corresponsabilidad, como turnos flexibles, sistemas de transporte compartido y apoyo para madres trabajadoras.

“Yo tengo dos hijos. Si no fuera por la flexibilidad horaria que me da mi empresa, no podría seguir en esto”, comenta Lorena Villalobos, guardia en un condominio de La Florida.
“Antes muchas compañeras renunciaban por los turnos nocturnos. Hoy, con planificación y apoyo, podemos mantener nuestra carrera sin descuidar a la familia”.

La Dirección del Trabajo ha destacado estos programas como ejemplos de buenas prácticas laborales, especialmente en empresas certificadas bajo el Sello Iguala Conciliación, impulsado por el Ministerio de la Mujer.

5. El valor agregado de la perspectiva femenina

Diversos estudios demuestran que equipos mixtos en áreas de seguridad logran mejores resultados en prevención y manejo de incidentes.
Según un informe de la Asociación de Empresas de Seguridad de Chile (AES 2023), las compañías con al menos un 20% de dotación femenina registraron un 35% menos de reclamos de usuarios por trato inapropiado o exceso de fuerza.

“La mujer tiende a usar más la palabra que la confrontación física, y eso reduce riesgos”, explica Gustavo Arancibia, gerente de operaciones de una empresa con presencia en condominios del sector oriente.
“La diversidad no solo es justa, también es rentable: mejora la reputación, baja la rotación y eleva la calidad del servicio”.

Además, la presencia femenina ha sido clave para expandir la seguridad privada hacia espacios de atención al público, hospitales, centros educacionales y organismos del Estado, donde el trato y la empatía son tan importantes como la vigilancia.

6. Profesionalización y liderazgo en ascenso

Cada vez más mujeres asumen roles estratégicos dentro de las empresas del rubro.
De acuerdo con cifras del Ministerio de la Mujer (2024), el número de supervisoras y gerentas operativas en seguridad creció un 28% en los últimos cinco años.

Este proceso responde al impulso de la profesionalización, tema que también aborda el blog pilar El papel de la seguridad privada en Chile: protección ciudadana y nuevos desafíos. El artículo plantea que la formación OS10 y la capacitación continua son hoy el estándar mínimo del sector, especialmente en contratos corporativos y públicos.

“Las empresas que invierten en formación femenina no solo cumplen con la ley, sino que mejoran su imagen institucional”, comenta Mónica Pérez, consultora en gestión de talento.
“Un equipo de seguridad con liderazgo de mujeres proyecta confianza, inclusión y modernidad. Son atributos que los clientes valoran cada vez más”.

7. Testimonios que cambian percepciones

En los últimos años, los testimonios de mujeres en seguridad privada han comenzado a ocupar espacio en medios y redes profesionales.
Sus relatos ayudan a derribar estereotipos y visibilizar los desafíos cotidianos del oficio.

“Una vez, un residente me dijo que prefería que un hombre hiciera las rondas. Le respondí que la seguridad no tiene género, sino compromiso. A la semana, me pidió disculpas”.
Carolina Aravena, guardia en edificio corporativo, Santiago.

“He visto compañeras contener emergencias con calma y humanidad. Eso no se enseña en los manuales, se aprende con experiencia y empatía”.
Gustavo Arancibia, gerente de operaciones.

Estas experiencias demuestran que el cambio cultural en el rubro no proviene solo de las políticas, sino de las personas que lo ejercen con vocación.

8. Inclusión como valor estratégico

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La inclusión femenina ya no es un gesto simbólico, sino una estrategia de sostenibilidad empresarial.
Empresas que implementan planes de equidad de género en la seguridad privada reportan mayores niveles de satisfacción de clientes y trabajadores.

En paralelo, organismos públicos y privados han comenzado a exigir cláusulas de equidad en sus licitaciones de servicios.
“Hoy, en muchas bases de licitación, se evalúa positivamente la presencia de mujeres en cargos de supervisión o mando intermedio”, indica Francisca Mena, abogada especializada en compras públicas.
“Eso genera incentivos concretos para cambiar la composición del rubro”.

9. Retos pendientes y el futuro del sector

A pesar de los avances, todavía hay desafíos estructurales.
Persisten brechas salariales —según la Dirección del Trabajo, de hasta un 12%— y falta de infraestructura básica en algunos turnos (baños, vestuarios o transporte seguro).
También se requiere mayor visibilidad de las mujeres en cargos directivos y gremiales.

Sin embargo, el horizonte es optimista.
La nueva generación de profesionales OS10, tanto hombres como mujeres, ya ve la equidad como parte natural del trabajo.
Y las empresas líderes del sector están entendiendo que una cultura diversa no solo mejora la seguridad, sino que fortalece su legitimidad social.

10. Conclusión: la seguridad también tiene rostro de mujer

La transformación del sector de la seguridad privada en Chile no solo se mide en protocolos o tecnologías, sino en personas.
Mujeres que rompen prejuicios, lideran equipos, median conflictos y defienden la dignidad del trabajo en un rubro exigente.

Cada turno, cada ronda y cada decisión tomada en terreno reflejan el cambio de época: un modelo de seguridad más humano, inclusivo y profesional.

Como dice Carolina, al finalizar su jornada en el edificio corporativo:

“No vine a demostrar que puedo hacer lo mismo que un hombre. Vine a demostrar que la seguridad también puede hacerse de otra manera: con firmeza, pero también con empatía”.

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