A las afueras de Antofagasta, en un parque solar que alimenta más de 80.000 hogares, un guardia observa desde una garita equipada con paneles fotovoltaicos. El aire es seco, el sol intenso, y sin embargo, los equipos de vigilancia, las cámaras térmicas y el sistema de comunicaciones funcionan sin conexión a la red eléctrica.
Es una escena que refleja una tendencia que crece en todo Chile: la unión entre protección y sostenibilidad.

La seguridad ya no es solo una cuestión de prevención de delitos o resguardo físico; hoy, también se mide en términos de impacto ambiental y eficiencia energética. Los nuevos modelos de sistema de seguridad apuntan a reducir su huella ecológica, integrando tecnologías limpias, vehículos eléctricos y consumo optimizado.
La seguridad verde: eficiencia energética en el resguardo empresarial
Durante años, los sistemas de vigilancia fueron vistos como grandes consumidores de energía. Cámaras, servidores, alumbrado y transporte operativo dependían completamente de combustibles fósiles y redes eléctricas intensivas. Pero el paradigma está cambiando.
De acuerdo con la Agencia de Sostenibilidad Energética (AgenciaSE, 2024), cerca del 37% de las empresas del sector industrial y logístico chileno ya implementan proyectos de eficiencia energética en sus áreas de seguridad. Esto incluye desde el uso de paneles solares en puestos de control hasta flotas de patrullaje eléctrico que reducen emisiones y costos operativos.
“La seguridad sustentable no solo es posible, es rentable”, explica Marcela Gálvez, ingeniera ambiental de la AgenciaSE. “Cada watt ahorrado o cada litro de combustible no utilizado, es un paso hacia una protección más consciente y moderna.”
Este cambio se alinea con las nuevas políticas del Ministerio del Medio Ambiente, que promueven la transición hacia servicios verdes, impulsando la reducción de emisiones en áreas operativas esenciales.
El blog pilar El papel de la seguridad privada en Chile: protección ciudadana y nuevos desafíos ya adelantaba este cambio estructural: la profesionalización del sector y la incorporación de tecnología responsable son hoy pilares de un ecosistema de seguridad moderno, ético y sostenible.
1. Energía solar al servicio de la protección
Las garitas alimentadas por energía solar, los postes de iluminación autónomos y las cámaras con baterías de litio se han convertido en una alternativa eficiente y ecológica.
En el norte del país, empresas mineras y parques industriales han comenzado a sustituir los generadores diésel por sistemas fotovoltaicos integrados en sus infraestructuras de vigilancia.
El ahorro es tangible: según la AgenciaSE, una torre de vigilancia alimentada por paneles solares reduce en un 85% los costos energéticos anuales y elimina la necesidad de mantenimiento continuo por combustible.
“El sistema funciona incluso en zonas aisladas, donde la conexión eléctrica sería inviable”, comenta Gálvez. “Y al mismo tiempo, reduce las emisiones de CO₂ que antes generaban los sistemas tradicionales”.
El uso de energía solar en los sistemas de seguridad también ha permitido mayor autonomía: cámaras y sensores pueden operar durante cortes eléctricos o emergencias climáticas, fortaleciendo la resiliencia operativa.
2. Movilidad eléctrica: patrullar sin contaminar

Otro cambio visible se da en el transporte del personal. Las empresas de seguridad están reemplazando sus vehículos de combustión por motos y autos eléctricos, especialmente en áreas urbanas.
“Reducimos el ruido, la contaminación y los costos de mantenimiento”, explica Luis Rojas, gerente de operaciones de una firma de seguridad con cobertura en Santiago y Viña del Mar.
De acuerdo con cifras del Ministerio del Medio Ambiente (2024), el uso de flotas eléctricas en servicios de vigilancia disminuye hasta en un 40% la huella de carbono anual de una operación promedio. Además, los vehículos eléctricos pueden recargarse con la misma energía solar generada en las instalaciones, cerrando el ciclo de sostenibilidad.
La adopción de esta tecnología no solo tiene impacto ambiental: también mejora la percepción pública del servicio. Los clientes valoran las soluciones responsables, y las empresas que innovan en sostenibilidad refuerzan su reputación ante organismos y certificaciones ambientales.
El artículo Seguridad privada y sostenibilidad: cómo los servicios se vuelven más verdes desarrolla esta tendencia, mostrando cómo la seguridad privada está adoptando prácticas ecológicas no solo por imagen, sino como una forma real de optimizar recursos y generar valor social.
3. Materiales y residuos: una nueva ética operativa
La sostenibilidad no solo se mide en energía, sino en los materiales utilizados. Hoy, muchas empresas de seguridad optan por uniformes reciclables, equipos de bajo consumo y procesos de reacondicionamiento de cámaras y sensores.
Los uniformes con telas de poliéster reciclado, las baterías de litio reutilizables y los sistemas modulares que facilitan reparaciones son ejemplos concretos de esta transformación.

“El modelo lineal de usar y desechar quedó atrás”, comenta Gálvez. “Ahora se trata de prolongar la vida útil de los dispositivos, minimizar residuos y promover la economía circular.”
De hecho, el Ministerio del Medio Ambiente promueve desde 2023 el Programa de Producción Limpia para Servicios Tecnológicos, donde las empresas que demuestran eficiencia energética y reducción de residuos acceden a beneficios tributarios y certificaciones ambientales.
4. Seguridad sostenible en acción: casos reales
Caso 1 – Parque eólico en Biobío
La empresa encargada del resguardo implementó una red de vigilancia alimentada completamente por energía eólica y solar. Los resultados fueron contundentes: cero fallas eléctricas y una reducción del 70% en los costos de combustible.
Caso 2 – Planta agroindustrial en Curicó
El área de seguridad cambió toda su flota de camionetas por motos eléctricas de patrullaje. Esto permitió duplicar la frecuencia de rondas sin aumentar el gasto operativo.
Caso 3 – Campus universitario en La Reina
Instaló un sistema mixto de cámaras y luminarias solares con control remoto. El consumo energético bajó en un 50%, y el campus obtuvo la certificación “Edificio Sustentable” otorgada por el MMA.
Estos casos reflejan una tendencia transversal: la seguridad sostenible no es exclusiva de grandes corporaciones, sino una herramienta viable para cualquier organización que quiera proteger su entorno sin dañarlo.
5. Retos y oportunidades de la transición verde

La implementación de un sistema de seguridad sostenible enfrenta desafíos iniciales. Los costos de instalación, la necesidad de mantenimiento especializado y la formación técnica son factores que requieren planificación. Sin embargo, los beneficios superan ampliamente las barreras.
“La inversión se recupera en tres a cinco años gracias al ahorro energético y la reducción de emisiones”, estima la AgenciaSE. “Y además, posiciona a la empresa como líder responsable, algo que hoy también se traduce en ventajas competitivas.”
La transición hacia un modelo verde también genera nuevos perfiles profesionales: técnicos en mantenimiento solar, operadores de movilidad eléctrica, especialistas en monitoreo sustentable. El sector de la seguridad se está profesionalizando en una dirección donde la protección y la responsabilidad ambiental convergen.
Conclusión: proteger el futuro también es proteger el planeta

El país enfrenta una nueva etapa en materia de seguridad y sostenibilidad. Ya no basta con prevenir delitos o resguardar instalaciones; se trata de hacerlo con respeto por el entorno.
El sistema de seguridad del siglo XXI no solo mira hacia las amenazas externas, sino también hacia su propio impacto ambiental.
Proteger sin contaminar es el desafío, y Chile está demostrando que puede hacerlo con innovación, tecnología limpia y compromiso humano.
La seguridad del mañana no será solo eficiente, será también ecológica, consciente y solidaria con las generaciones futuras.
Porque cuidar el planeta —igual que cuidar una empresa o una comunidad— es un acto de responsabilidad compartida.
